jueves, 29 de octubre de 2009

distopía

Cuarenta y cinco años tenía y vivía solo. Esperando a que dejara de llover para poder salir a la calle. Esperando a que su taza de café enfriara para poder beber.
Viviendo en standby.
Anhelaba su vida, aquella que nunca tuvo mientras mandaba anónimas críticas de cine al periódico local. Cuarenta y cinco años y la misma taza de café, la misma marca de cereales y platos en la encimera. Sucios, claro.
Polvo en los muebles, ojos caídos, arrugas, anhelos y recuerdos. Productos anticaída del cabello y Brandy.
Siguiendo estrictamente un horario de pitillos. Y ese insolucionable problema de halitosis.Dios que olor. Gordo y diabético, canas en las cejas y uñas amarillas. Sin trabajo, sin pareja, sin dinero.

Aún así, era feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario