domingo, 2 de febrero de 2014

Un domingo, que tiene envidia de lunes.

Se van acumulando sentimientos como colores (inútiles) mezclados en un vaso de aguarrás, tomando el tono del más oscuro, del más potente,mezclándolos y formando un sólo color, un color del que te manchas..Hagas lo que hagas te manchas. Entonces miras a la pared y piensas que no eres capaz de crear, de superar la sutileza de un corriente gotelé, cuando al mirarte ves solo manchas negras y grisaceas. Piensas que sólo fuiste capaz de crear ese sucio y feo color, que nacio de una paleta completamente distinta. Pero no vemos los colores, no diferenciamos los colores sólo porque fueron y ya no lo son. Solo porque ahora es y no son. Existen mas posibilidades, llegarán sentimientos de paletas sin mezclar. Y siempre quedarán mil paredes paredes que mejorar. En el fondo, a nadie le gusta el maldito gotelé.

Vuela

Escuchando a Calamaro. Un domingo acomplejado que no quiere ser lunes.

Perderse y encontrarse, un tema complicado. Desde el placer de la reflexión me apetece criticar con ganas a los tópicos sensacionalistas, ya que carecen de alma. Aquello que carece de alma carece de magia. Aquello que carece de alma carece de esencia, y ese vacío existencial, se traduce en mentira. Pero a veces las mentiras evocan sensaciones verdaderas, impulsos, sentimientos...y todo esto no es sino un circulo vicioso de irrefrenables pérdidas de tiempo que no llevan a ningún lugar.

Un gorrión marrón volaba con entusiasmo siempre por la misma zona, ya que no conocía otra, pero se sentía bien volando allí. Sus días eran fáciles y simples, hasta que conoció a un canario rojo que desde su jaula, lo observaba con detenimiento. No se atrevía a hablar con el, pero curioseaba por aquella ventana cada vez que tenía la oportunidad. El canario rojo lo miraba, se fijaba en su manera de volar pero sobre todo, en su manera de vivir, tan libre...tan rara...tan impredecible, ¡tan loca!

Y el gorrión marrón volaba, miraba y sentía. No entendía por que aquel canario permanecía quieto e insulso en esa jaula, con esa mirada tan curiosa como temerosa. Así que poso sus simpáticas patitas en la jaula y se presentó. La conversación fue larguísima, tampoco voy a contarla entera, bastante tengo con entender a los gorriones.

El domesticado canario rojo no tardó en protegerse (de si mismo) y así permaneció asustado en una esquinita de su jaula disfrutando de la seguridad que esta le proporcionaba. Y a medida que el gorrión se acercaba, este se asustaba más y más. Realmente el gorrión solo quería ser su amigo, pero el canario no podía imaginar la palabra amigo sin asociarlo con un ser humano dispersor de alpiste y agua fría. El gorrión pensaba, que el canario estaba loco. El canario, que volar, era una enfermedad. Y así, curiosos pero aterrados, tiraron por la borda toda oportunidad ser amigos entre ellos, y ahogaron las ganas de conocerse en un pozo de desconfianza.

A veces me gusta imaginar que pasaría si el canario rojo sintiese la necesidad de escapar de su jaula, pero eso nunca sucederá. Porque los canarios no son rojos.

Libertad, reclusión, miedo, entereza, valentía, amor, curiosidad. ¿Y si te dijera que tu jaula es esa que construyes con esas alas que intentas camuflar? Cuéntame, ¿qué pasaría si volar no fuera una enfermedad? Sal si llueve a la calle y abre la boca, bebe lluvia, bebe sol, besa, ama y no dejes de destrozar las jaulas ajenas, eso si, pidiendo permiso. Todos podemos hacerlo, y todos queremos hacerlo, el problema es el miedo, el terror a lo desconocido, lo que nos hace creer que volar es una enfermedad, lo que nos hace reprimir lo que nuestras alas nos gritan desesperadas. Pero todo esto puede cambiar.
¿Cómo no va a cambiar? Si ni siquiera existen los canarios rojos....













domingo, 26 de enero de 2014

De sobra sabes,que eres la primera si juro que cambiaría cada pequeño ápice de destino que me hubiesen alejado de ti como meta. Porque pagaría mi vida en placeres por volver a repetir cada uno de los errores cometidos aprendidos que instruyeron mi identidad de decisiones. Aquella jerárquica diosa que un día te persuade de manera inconsciente para que lleves a cabo tu divorcio con el orden y la seguridad. Para que digas adiós a tu costumbre de despertarte a las 7:32 todas las mañanas, cada mañana que aquellas tardes, hipotecaban tu noche.Ja! ¿Y que significa esta libertad? Sabes, a veces, el compromiso te libera. Pero no el compromiso matrimonial, sexual, bancario o paternofilial. Sino ese compromiso intrínseco. Me quiero, me gusto, me ayudo. Ese que impulsa de manera cerda y verídica olvidarte del entorno social para masturbarte con decisiones egoístas y brillantes mientras te sientes tan poderoso que gracias a ello sabes querer más, mejor, y con más libertad a cualquier persona que penetre tus planes de felicidad independientemente del tiempo que permanecerá en ese lugar.Sin más, al margen de literaria snob y hipster, digamos que querer, que conocer, que disfrutar, son ingredientes básicos para aceptar el regalo del conocimiento, pero del de verdad. De aquel que te explica en que momento debes dejar a alguien volar con las alas que le regalaste, de aquel que te expliqua en que momento tienes que trabajarte una mirada que ejerza con más fuerza e verdadero papel de un beso, un abrazo, un te quiero, en los momentos de debilidad.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Aspaldiko!

Bueno bueno. Y tan bueno. Vuelvo a leer esto tras años, más de los que me gustaría, y menudo empacho de recuerdos metamorfoseados así, todos de golpe. El otro día leía con unos buenos/nuevos (aun siendo disléxica seguiría diciendo lo que quiero decir, es gracioso, y acababo de darme cuenta) amigos las primeras entradas a punto de alienizarse de mi, y la idea de volver a escribir me parecía remota pero bastante atractiva, algo así como... (llevo unos 6 o 7 minutos pensando en algún ejemplo, pero no me sale,que son años sin escribir)...pero vamos a decir, yo que sé, por no dejar esto colgando, dar la vuelta al mundo. En plan simple (el ejemplo, que no la idea). Ya vale. Esto es como cuando juegas al tenis y al principio peloteas, para entrar en calor. Pues esto igual, el primer párrafo no lo voy a borrar, sería hipócrita hacerlo. Han cambiado muchas cosas en mi desde la última entrada, para empezar, que esa necesidad patológica de quedar bien ya ha desaparecido, mi bienqueda se gastó de tanto usarlo, y aquí, más relajada, cometo más errores, riendo con mas ganas y llorando con menos lágrimas. Algún poso ya queda, lo básico y meramente reflejo como saludar en el portal a gente que no conoces de nada por el mero hecho de que compartis quince metros cuadrados. Han cambiado tantas cosas este tiempo...tantas y yo. Sobre todo yo. Hay muchas gente que se escribe cartas para su yo futuro para leerlas al cabo de unos años y a mi pues...no sé como me ha venido leer esto, me río de mi, y eso está bonito. Me doy cuenta de que me quejaba de tonterías, de que lloraba por superficialidades y sentía con demasiada fuerza circunstancias que no merecían ni un sollozo. Ahora mis días son más tontos porque me siento menos adulta, y esa, es mi forma de madurar. Me gusta porque he aprendido que un buen día lo solucionan cuatro pinceladas, o un ataque de risa en plena biblioteca. Enfrentarse a crecer es duro siempre, pero es tan apasionante, que al final no merece la pena tomarselo en serio, eso sí, nunca jamás dejes de hacer algo que te guste. Jamás.

viernes, 3 de septiembre de 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

Entropía

Me desperté una mañana viendo por la ventana como todo había cambiado. Quizá no en aquel momento.
O quizá no aquella noche. Pero la última gota es la que desborda el vaso, eclipsando el resto de intrascendentes gotitas que durante tanto tiempo llevaban lloviéndome la vida. Y fue tal la nostalgia que una lágrima muerta se camufló entre tardes de lluvia y mañanas de resaca. Pero no era tristeza, no, una sóla lágrima no es digna de denotar tristeza. Pena sí. Pero la tristeza se merece, por lo menos, un par de lágrimas más.

Entropía. Una vez utilizado el dentífrico es imposible volver a meter la pasta en el tubo. Así que salí con un paraguas por ahí, a conocerme un poco. En el ascensor me recordé mi nombre. En el portal me presenté en el espejo. Intenté caerme bien, asi que me pare frente al él y sonreí, pero no me gustó. Aquello no me decía nada. Como una foto preparada, los protocolos y la falsa educación, vacíos y de mentira.

Me sentía como partiendo de cero en una escala al infinito, y me daba un vértigo impresionante.¿Vivir de nuevo? Aunque no era del todo malo, tampoco había perdido nada. En realidad nunca me había dedicado a desear con ansia lo que no tenía, ni tampoco había amado en exceso lo que ya poseía. Me enseñaron que mi vida se resumía en tiempo, pero no infinito, sino con fecha de caducidad. Pero precisamente el tiempo es algo que tampoco me había preocupado. Me sonaba algo así como que era relativo, aunque no sabía muy bien a que se referían con eso. Sólo sabía que ignoraba el tiempo del que disponía, y tenía que aprovecharlo, conocerme, conocerte, conocernos. Pero la única conclusión válida que obtuve fue que el tiempo es el error que se rectifica, la verdad que se aprende y que se enseña, el mal que se evita cometer, el consuelo ofrecido a un sinfin de desconocidos, la aptitud adquerida para la plenitud de la existencia; el tiempo, la virtud que se robustece, el sentimiento que se purifica, la inteligencia que se dilata. Y asi el tiempo se tradujo en perfección, en vida.

martes, 18 de mayo de 2010

un delirio más

Dicen que aferrarse al pasado es una especie de standby crónico en un presente sin sentido. Como fijar la mirada en fotografías que encarcelan momentos irrepetibles, como esos mósquitos atrapados en ambar durante millones de años. Aun así todos anhelamos aquellos momentos cuando baja la marea, cuando pasan de las doce, cuando lo único que te abraza es el frío, o cuando le echas de menos. No es el banco del primer beso, sólo es un banco sucio y público de madera estropeada. No es la camiseta que te regaló, es una simple camiseta más en el armario. Cuanta nostalgia hipócrita, no pensabas todo esto antes de que te dejara tu marido, mientras te follabas a tu amante cuando se iba a trabajar(qué tópico,ya,y que típico) ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Jodidos débiles...

Y no creo en el amor. Claro que no creo en el amor. Creo en la compañía, creo en el sexo y en la fidelidad. En el cariño y en la complicidad. Pero no en el amor, esa etiqueta vulgar y comercializada, que materializa un sentimiento tan insostenible que a todos nos viene grande, que cae por su propio peso, que no puede quedarse, que viene, que se va, que no permanece, porque no existe. Aun así tengo ganas de levantarme cada mañana, sin amor, sin dios, sin cuentos de hadas y sin reyes magos. Y es fácil. La frustración de mirar un escaparate de utopías sabiendo que nunca podrás permitirte ninguna, es mucho más difícil de llevar. Porque en el fondo, todos necesitamos tener problemas. Sino, algo es sospechoso. Sino, ya tenemos el problema. Prefiero limitarme a ser feliz llenando mis días de emociones aleatorias.Cuánta lágrima fácil. Cuanto sentimentalismo barato.