domingo, 2 de febrero de 2014

Vuela

Escuchando a Calamaro. Un domingo acomplejado que no quiere ser lunes.

Perderse y encontrarse, un tema complicado. Desde el placer de la reflexión me apetece criticar con ganas a los tópicos sensacionalistas, ya que carecen de alma. Aquello que carece de alma carece de magia. Aquello que carece de alma carece de esencia, y ese vacío existencial, se traduce en mentira. Pero a veces las mentiras evocan sensaciones verdaderas, impulsos, sentimientos...y todo esto no es sino un circulo vicioso de irrefrenables pérdidas de tiempo que no llevan a ningún lugar.

Un gorrión marrón volaba con entusiasmo siempre por la misma zona, ya que no conocía otra, pero se sentía bien volando allí. Sus días eran fáciles y simples, hasta que conoció a un canario rojo que desde su jaula, lo observaba con detenimiento. No se atrevía a hablar con el, pero curioseaba por aquella ventana cada vez que tenía la oportunidad. El canario rojo lo miraba, se fijaba en su manera de volar pero sobre todo, en su manera de vivir, tan libre...tan rara...tan impredecible, ¡tan loca!

Y el gorrión marrón volaba, miraba y sentía. No entendía por que aquel canario permanecía quieto e insulso en esa jaula, con esa mirada tan curiosa como temerosa. Así que poso sus simpáticas patitas en la jaula y se presentó. La conversación fue larguísima, tampoco voy a contarla entera, bastante tengo con entender a los gorriones.

El domesticado canario rojo no tardó en protegerse (de si mismo) y así permaneció asustado en una esquinita de su jaula disfrutando de la seguridad que esta le proporcionaba. Y a medida que el gorrión se acercaba, este se asustaba más y más. Realmente el gorrión solo quería ser su amigo, pero el canario no podía imaginar la palabra amigo sin asociarlo con un ser humano dispersor de alpiste y agua fría. El gorrión pensaba, que el canario estaba loco. El canario, que volar, era una enfermedad. Y así, curiosos pero aterrados, tiraron por la borda toda oportunidad ser amigos entre ellos, y ahogaron las ganas de conocerse en un pozo de desconfianza.

A veces me gusta imaginar que pasaría si el canario rojo sintiese la necesidad de escapar de su jaula, pero eso nunca sucederá. Porque los canarios no son rojos.

Libertad, reclusión, miedo, entereza, valentía, amor, curiosidad. ¿Y si te dijera que tu jaula es esa que construyes con esas alas que intentas camuflar? Cuéntame, ¿qué pasaría si volar no fuera una enfermedad? Sal si llueve a la calle y abre la boca, bebe lluvia, bebe sol, besa, ama y no dejes de destrozar las jaulas ajenas, eso si, pidiendo permiso. Todos podemos hacerlo, y todos queremos hacerlo, el problema es el miedo, el terror a lo desconocido, lo que nos hace creer que volar es una enfermedad, lo que nos hace reprimir lo que nuestras alas nos gritan desesperadas. Pero todo esto puede cambiar.
¿Cómo no va a cambiar? Si ni siquiera existen los canarios rojos....













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